Es imposible comprender porque las personas importantes en nuestra vida, tarde o temprano tienen que irse. Cuando sucede de manera repentina pareciera que el mundo se detiene alrededor de nosotros, aunque la realidad es que no lo hace, ni hay cosas que cambien significativamente al darle la despedida a alguien que en verdad apreciábamos. Lo más difícil no es esto, sino tratar de seguir adelante sin su presencia. Tener que acostumbrarse a seguir viviendo sin escuchar el sonido de su voz, ver su rostro o ser testigo de los gestos amables que una vez nos infundieron ánimo o nos hicieron reír.
Perder a alguien a quien amas tiene que ser una de las más duras pruebas que te puede poner la vida, por no decir injusta. Pero bien dicen que la vida nunca ha sido justa y eso se aplica también cuando se trata de los seres que nos rodean y que son importantes para nosotros.
Es doloroso saber que de alguna manera ellos siguen estando presentes en el corazón y en cada una de las acciones significativas, que realizamos cuando pensamos u honramos su memoria. También es algo bello, pero en el interior se sabe que hay heridas que nunca dejan de ser profundas. Y lo mejor que se puede hacer por esas personas que fueron tan maravillosa, es continuar recordándolas con cariño y hacernos a la idea de que siempre estarán a nuestro lado, aunque no las podamos ver.
A veces es necesario superar perdidas muy grandes para ganar cosas invaluables. En ocasiones es algo que nos hace madurar de las formas más brutales, pero que suele funcionar. La gente fuerte no nace siendo así. Tiene que pasar por momentos muy complicados para aprender a valorar las oportunidades que ofrece la vida... Oportunidades que al final del día, son buenas si las sabes aprovechar.
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